martes, 6 de septiembre de 2016

¡Necesita de tu ayuda! ¡“Divina Misericordia”, una casa para el desamparado!

se invita a los Orenses a visitar el albergue y a conocer a los asilados
Muchos sueños terminan en la profundidad de una mente perdida, pero existe alguien que ve en aquellas mentes un sueño hecho realidad. Hablamos de María del Cisne Loayza, la Directora del Albergue “Divina Misericordia”, el lugar de acogida de hombres y mujeres que perdieron sus capacidades mentales, pero no el método de expresar amor.

Para el que desconoce, es un centro donde están “loquitos”, pero para quienes han estado entre aquellas paredes, es un hogar verdadero, donde los sentimientos van más allá del entendimiento, donde un abrazo es más efectivo que una palabra y una mirada es la inagotable señal de respeto.

“Refundido” al sur de Machala, en el barrio Rumiñahui, está ubicado el Albergue para Desamparados Divina Misericordia. Allí existen alrededor de 30 pacientes los cuales reciben atención física, psicológica y sobre todo de manera espiritual.

Una de las albergadas se llama Sandy, tiene 34 años. 26 años marcados por la enfermedad y el sufrimiento. Era apenas una niña cuando su padrastro comenzó a abusar sexualmente de ella. Por si fuera poco, también sufrió los ultrajes de unos tíos desalmados, que se aprovecharon de la inocencia de la pequeña, cuando vivía en la parte alta de El Oro.

Aquejada de esquizofrenia, un trastorno complejo en el que existe una desconexión con la realidad, fue internada cuando tenía 15 años en el Albergue para desamparados “Divina Misericordia” de Machala, regentado por la Fundación del mismo nombre.

Tras largos meses de tratamiento, se reincorporó a su hogar en pleno proceso de recuperación. En 2003, un miembro de la organización la encontró postrada en una cama del Hospital Teófilo Dávila, en donde la había abandonado su familia, y la reintegró al albergue. Han transcurrido 13 años desde entonces.

Sandy está casi rehabilitada gracias a la atención permanente dispensada. Lleva una vida prácticamente normal. “Estoy muy contenta aquí”, afirma, con un tono de voz casi inaudible. Ellos son mi familia. Me cuidan muy bien”, acota, señalando con un gesto imperceptible del presidente de la Fundación y a la administradora de la casa de acogida, María del Cisne Loayza Pontón.

Su transformación no se ha circunscrito a los ámbitos físico y psicológico, sino que alcanza también una dimensión más profunda, la espiritual. “Quiero perdonar a todos los que me hicieron daño”, dijo en una de las jornadas de oración que se realizan todas las semanas en el albergue.

Los rubros más caros son el pago de los honorarios a los empleados - la administradora, la cocinera, los guardianes y limpiadoras, la contadora y las dos auxiliares de enfermería, y la adquisición de medicinas.

Las dificultades para cubrir los fondos les imposibilitan ampliar la cobertura de atención. “A diario vienen a tocar la puerta, pero la carencia de capacidad física y económica nos impide acoger a más pacientes”, precisa, no sin antes lamentarse de la falta de ayuda de los gobiernos seccionales.

No obstante, los obstáculos no arredran a los animosos voluntarios, que se alcanzan no sólo para costear los valores de la alimentación y los fármacos, sino que incluso redoblan los esfuerzos para sufragar los gastos que demandan los cuidados especializados, las intervenciones quirúrgicas y hasta el velatorio y el sepelio cuando fallece alguno de algunos acogidos.

No sólo eso, sino que, desafiando a la amenaza de las deudas, se han atrevido a acometer la construcción de un amplio y luminoso comedor, con una funcional cocina adosada, gracias a la ayuda económica brindada por la familia Van Beek de nacionalidad holandesa a través de la fundación Nibeki.

“Esta es una obra de Dios”, afirma con convicción el titular de la Fundación, miembro activo de los grupos de Renovación Carismática, al tiempo que invita a los machaleños a visitar el albergue y a conocer a los asilados.

“No tienen que tener miedo. La gente cuando viene por primera vez pierde el temor ante su afabilidad y el amor que brindan los enfermos. Nosotros recibimos el amor de ellos. Ellos nos ayudan a encontrar a Dios y a ver la vida de otra manera”, subraya.

De esta manera hace un llamado a la ciudadanía a sumarse a esta actividad de dar la mano a quien lo necesita.

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